viernes, octubre 27, 2006

Con cámara, mp3 y alberca integrada

Odio que las cosas sean tan innecesariamente complejas. Los teléfonos celulares, por ejemplo. En teoría no era tan mala idea, un aparato portátil para que los humanos intercambiaran sandeces a distancia, nada más. Esos viejos celulares, aunque provocaban cáncer, tenían a todos felices. Pero entonces llegó algún idiota y decidió qué no era suficiente: “¿ Como podemos hacer más dinero con éste invento?. Ya sé, sacaremos un nuevo modelo cada tres meses y comercializaremos accesorios estúpidos que nadie necesita en realidad”. Y así fue. Se fabricaron carátulas, fundas, adornos y dispositivos “manos libres”. Odio éstos últimos. Cómo si las personas necesitaran más cosas para distraerlas de la carretera.

También se comenzaron a vender tonos ridículos, desde Beethoven hasta gases intestinales (puedo decir "pedos" en Blogger, ¿no?) e imágenes baratas y/o semi-pornográficas (no tengo nada contra la buena pornografía, pero la semi-pornografía es para imbéciles y niños de secundaria). Muy pronto se comenzó a vender todo tipo de porquería por celular. Dietas, poemas, horóscopos, consejos sexuales, chismes, chistes... me da diarrea de solo pensarlo. ¿Quién quiere estas cosas, quién las necesita?: nadie. Los horóscopos en especial son mierda, debería de haber una ley que los prohibiera, son una forma de estafa.

Finalmente el teléfono celular se convirtió en grabadora, cámara fotográfica, radio, linterna, mp3, agenda, calendario, despertador, agenda e incluso vibrador (ojalá estuviera inventando éste último) ¿y para que sirven todas éstas mejoras?. Para que te sientas todavía peor cuando cometas la tontería de perderlo. Otra buena idea arruinada por la complejidad. Me quedo con mi tarjeta de teléfono
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